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lunes, 26 de noviembre de 2012

Manuel García Maya



Sergio Abraín, Carmen Inchusta, Paco Rallo, Manuel Pérez-Lizano y José Luis Gamboa.
Bar Bonanza.  Zaragoza, 2008.


Manuel García Maya.
El Bar Bonanza: un espacio de Libertad

El agradecimiento es la memoria del corazón
Lao–Tse

Manuel García Maya. Sumo sacerdote de «El Bonanza». Fundador y mecenas de este santuario republicano para el pensamiento y las artes que, desde que fuera inaugurado el 4 de noviembre de 1973, sus fieles seguidores percibimos como un territorio libre, sagrado e independiente.

Manolo es un melómano: él nos ha dado a conocer sinfonías de Beethoven, Brahms, Mahler, Wagner… exquisitas obras de Berlioz, Bizet, Lutoslawski, Mussorgsky, Satie, Mompou… Es, también, un gran lector: hemos aprendido mucho en su compañía, escuchándole recitar de memoria los fragmentos de sus obras preferidas de Pessoa, Artaud, Camus, Sartre, Cioran, Kafka, Neruda, Schopenhauer, Proust, Nietzsche… Manolo es uno de esos raros ilustrados de pura raza, capaz de dar la belleza a raudales desde detrás de la barra de su bar.

Porque, al fin y al cabo, su establecimiento es un bar y esa es su magia. A lo largo de los años, y voluntariamente, nos hemos ido castigando poco a poco el hígado con sus morteros de gin-tonic, o con esos floreros de cerveza o tinto veraniego que siempre son servidos por Manolo con amplia generosidad, acompañados de una cena compuesta de ensalada con tomate, olivas, escabeche y espárragos o de un plato variado de verdura, aderezada con jamón, queso, chorizo, salchichón… sin olvidar las afamadas morcillas de arroz y las tortillas variadas –las llamadas de madre–, que salen de las manos amorosas de Marisa, compañera de Manolo, que en la actualidad le ha cedido el testigo a su hijo Manolito.

Santuario. Sí, mítico y entrañable santuario, además de bar. Frecuentado, ya desde sus primeros tiempos, por una clientela fiel de artistas plásticos y visuales, poetas, teatreros, músicos, fotógrafos, diseñadores, profesores, funcionarios, universitarios, profesionales liberales, trabajadores de diferentes especialidades, locos… algunos de ellos anclan en «El Bonanza» casi a diario, hasta el punto de que podrían aparecer en el inventario de bienes del establecimiento, junto a las fotos del Che Guevara, Billie Holiday, Emiliano Zapata, y del amplio collage de obras de arte, postales y objetos diversos que cuelgan de sus paredes.

Actualmente, sigue siendo maravilloso estar en «El Bonanza»; han transcurrido 35 años desde su apertura –a la que tuve el honor de asistir–, y puedo afirmar que es una de las buenas experiencias de la vida mantener el estatus de cliente y amigo de Manolo, que sigue tan vivo y lúcido como cuando comenzó, conservando íntegramente su memoria y su acostumbrada agilidad mental. Es fascinante ver a las nuevas generaciones de nuevos clientes que se incorporan a la vida del bar, con sus indumentarias de tribu urbana, y observar la fascinación que ejerce Manolo sobre ellos: están tan atentos, que se dirían hipnotizados, escuchando sus frases, chistes y ocurrencias diversas, no dando crédito a tanta modernidad, ni a que pueda existir un personaje tan lúcido como arrebatador. Manolo es auténtico, todo un lujo, un regalo de la vida, que sigue su curso, vertiginosa y a veces ácida e inhóspita, puertas afuera del bar. Mientras, adentro, se diría detenida en un bello instante, gracias a su mágica compañía.

Paco Rallo
Huesca a 14 de abril de 2008



Rallo, Paco: «Manuel García Maya. El Bar Bonanza: un espacio de libertad», en el catálogo de la exposición Manuel García Maya. Cauces artísticos: 1960-2008, Ayuntamiento de Zaragoza, 2008, pp. 69-70. Comisario: Manuel Pérez-Lizano.

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