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jueves, 2 de enero de 2014

Cierzo erótico



Edrix Cruzado, Piernas Vibrantes, 2013. Proceso digital a partir de una fotografía.


RALLO, Paco (ed.), Cierzo erótico
La Delicia del Pecado, Zaragoza, 2013



Manuel SÁNCHEZ OMS
Miembro de la AACA, AECA y AICA, vocal de la Junta Directiva de la
AACA, miembro del comité de redacción de AacaDigital




    
Aún sin conformar demasiados grupos plásticos o literarios en los últimos años, Zaragoza y Aragón en general son culturas de colaboraciones y trabajos colectivos, lo que en ocasiones da lugar a los encuentros más inquietantes. Estas iniciativas se abren incluso a participaciones exteriores, por lo que ante la desolación cultural institucional que vivimos actualmente, podemos afirmar que estos proyectos impulsados por las irreductibles ilusiones de los más inquietos, constituyen importantes aperturas al exterior, las cuales incluso se antojan eventualmente decisivas.

En esta ocasión, el editor de este amplio compendio de “micro-relatos”, Paco Rallo, gracias a su enorme esfuerzo para seleccionar, contactar, aglutinar y coordinar a una amplia nómina de creadores gráficos, plásticos y escritores, ha optado por un tema que, aun sin que sepamos si ha sido volitivamente, hace honor a estos encuentros, algunos de ellos maravillosos. Si algún aporte del erotismo pudo llamar la atención del surrealismo, es el encuentro fortuito que lo encarna y lo define, al margen de las sinuosidades líricas de los contenidos y de las mimesis burguesas que desde el sentimentalismo mediocre, –esto es, subjetivo–, contaminan su objetividad o misterio. El principio exogámico del sexo y de la fenomenología de la que forma parte (y no me refiero a las empobrecedoras interpretaciones psicológicas y psicoanalíticas), lo erige como una fuerza motor que empuja la materia y sus formas hacia su propia ausencia. Por eso el erotismo habita en todo y no sólo en el acto reproductivo. Los niños desde su inocencia lo saben muy bien hasta que la pubertad les invade y pierden la inmensidad del ego. Es el mecanismo primero del conocimiento humano, tal y como defendieron con ímpetu Georges Bataille y los grupos Documents y Acephale que  él lideró.  Sólo a partir de este maravilloso viaje impulsado por la obsesión que despierta el particular objeto de deseo de cada uno, obsesión que en el fondo se basa en la necesidad de retención del instante de una chispa maravillosa, podemos iniciar los descensos a lo más profundo de nuestros egos, ya sean viscerales o psíquicos porque, ante la actual hambruna de materia, sus fronteras se han disuelto en no sabemos qué. ¿Acaso no es el sistema solar y toda su trayectoria una simple explosión que resume la historia geológica y paleontológica de nuestro planeta para abandonarla y ridiculizarla así en la inmensidad del instante? ¿No fue uno de los sodomitas de las 120 jornadas de D.A.F. Sade quien afirmó de sus perversiones no ser más que entretenimientos insulsos frente a su gran deseo por agarrar el sol y quemar con él la tierra entera? ¿Ha estudiado alguien el tiempo surrealista? La hermosa infografía de Edrix cruzado que abre este compendio de micro-relatos, muestra la vibración de ese instante detenido en la obsesión (el reflejo del espejo de Jacques Rigaut), en la repetición de una pierna y una bota sin que el blanco y negro de la imagen nos permita distinguir la carne del cuero, la parte viva de la muerta, tal y como ocurre en la inmortalidad del instante y como definió iconográficamente la pornografía Juan Eduardo Cirlot frente al color del erotismo en el Objeto a la luz del surrealismo, como dos ámbitos dialécticamente contrarios (es decir, fecundos): el tiempo pensado conformado por una yuxtaposición de instantes, y el tiempo continuo objetivo y por tanto desconocido.     

En Rocío erótico –fecundo y frío a un mismo tiempo–, las imágenes se encuentran con los textos sin que exista conexión lógica alguna. Se trata del rendez-vous de dos personas predispuestas sólo por sus voluntades participativas, sin que ninguno de los dos haya conocido de antemano la producción de su compañero de página, como bien matiza el propio editor en la presentación del libro. Se trata de un nuevo triunfo de la yuxtaposición sobre la superposición en aras de otorgar la máxima libertad a las facultades asociativas del lector. Sin embargo, esta condición de esta nueva lógica desencadenada por el conocimiento erótico y que establece sus dos dimensiones primeras y espaciales, no es la única. El instante se basa en una constante y cuantitativa reducción del motivo hasta confeccionar la unidad cognoscible de la conciencia, el medio por el que puede asumir todo lo que  le rodea en el interior mismo de la estructura del yo (lo que vulgarmente ha denominado el psicoanálisis subconsciencia), porque mediante el deseo hacia los motivos exteriores obtenemos un negativo de ese interior desconocido. Esta reducción constante es la profundidad cognitiva propia del erotismo (la continuidad) hasta alcanzar la pornografía (la yuxtaposición de los instantes), es la puesta al desnudo que activa el Gran Vidrio de Duchamp y que obliga a filtrar constantemente los accidentes de los relatos hasta depurar una unidad literaria mínima, –el “micro-relato”–,que, tal y como ocurre con los proverbios de Paul Éluard o con los “euphorismes” de Julien Torma, redescubre a cada instante la literatura (en la plástica el cuadrado de Malevich, el punto de Kandinsky, el azar dadaísta, etc.) y reinventa a cada momento el objeto de una única obsesión, la misma que, de manera colectiva, se presenta en múltiples versiones en esta recopilación. 

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